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"El llanto y crujir de dientes"


¡Hola a todos!

Una de las características más notables en la manera de hablar de Jesús era el uso de frases, dichos o aforismos que formaban parte del lenguaje cotidiano de su pueblo. Jesús se comunicaba con imágenes tomadas de la vida diaria: hablaba de semillas, de viñedos, de pescadores, de cosechas… y todos lo entendían porque eran realidades familiares para sus oyentes.

Cuando Jesús hablaba del Reino de Dios, nadie preguntaba “¿Qué es el reino?”, porque el concepto estaba profundamente enraizado en la esperanza judía. Su pedagogía era simple, cercana y profundamente comprensible.

Sin embargo, en el Evangelio de Mateo, capítulo 8, verso 12, Jesús sorprende con una afirmación fuerte y desconcertante que rompe con lo habitual y obliga a detenerse y reflexionar:

“Mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.”

Contexto de la enseñanza

Este episodio se relata en Mateo 8:5-13 bajo el título “Jesús sana al siervo de un centurión”. Allí se describe cómo un romano, extranjero y pagano, confía plenamente en la autoridad de Jesús. El Maestro se maravilla de su fe, afirmando que ni siquiera en Israel había encontrado una confianza semejante.

La enseñanza es contundente: muchos de los que, por derecho natural o religioso, se consideraban “herederos del Reino” (los judíos), lo rechazarían al no creer en Jesús. En contraste, otros —ajenos al pueblo de Israel, como el centurión— entrarían por la fe. Jesús está desmontando toda falsa seguridad basada únicamente en la pertenencia étnica, religiosa o institucional.


El lloro y el crujir de dientes

1. El llanto (klauthmós)

Este término expresa un dolor profundo, un lamento desgarrador por una pérdida considerada irreparable. No es solo sufrimiento físico, sino un dolor del alma: el reconocimiento tardío de haber perdido lo más valioso, la comunión con Dios.


2. El crujir de dientes (brygmós tón odónton)

En la cultura judía no era tanto una reacción al dolor físico, sino una expresión de rabia, frustración y desesperación. Lo vemos en Hechos 7:54, cuando los enemigos de Esteban “crujían los dientes contra él”. Se trata de un resentimiento que refleja un corazón rebelde, incapaz de aceptar la verdad y consumido por la ira.


Más allá de la metáfora

Jesús no está describiendo necesariamente un lugar de tormento físico con fuego literal, sino usando imágenes fuertes para transmitir una realidad espiritual: el alejamiento definitivo de Dios. Las “tinieblas de afuera” representan exclusión, vacío, desconsuelo, la pérdida de la luz divina.

Teológicamente, el llanto y el crujir de dientes describen la condición final de quien eligió vivir sin Dios: dolor por lo perdido y rabia por la propia necedad.


Una mirada existencial

Este lenguaje también puede entenderse desde la filosofía. Kierkegaard hablaba de la desesperación como “el no querer ser lo que debemos ser delante de Dios”. Es el alma que, al rechazar su vocación divina, se enfrenta al vacío de sí misma.

Nietzsche, por otro lado, describía al hombre incapaz de asumir su responsabilidad, que termina odiándose y rebelándose contra su propia condición. El crujir de dientes refleja justamente eso: ira contra la vida, contra Dios, contra uno mismo.

En términos prácticos, esto sucede cada vez que disfrazamos nuestros deseos, pasiones o egoísmos con “razones” para justificar alejarnos de Dios. Tarde o temprano, esas decisiones nos dejan con el llanto de la pérdida y el crujir de la frustración.

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Conclusión

Jesús no utilizaba frases impactantes para sembrar miedo, sino para recordarnos que nuestras decisiones tienen consecuencias. Dios, en su gracia, abre puertas y nos invita al Reino, pero también nos advierte que ignorar esa gracia nos deja en la oscuridad.

El llanto y el crujir de dientes no son solo imágenes del juicio final: son el lenguaje del alma que eligió la distancia en lugar de la comunión con Dios.

Por eso, esta enseñanza no es solo advertencia, también es esperanza:

“Dios mismo será tu guía, y te ayudará en todo; él jamás te abandonará. ¡Echa fuera el miedo y la cobardía!” (Deut. 31,2)

 
 
 

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