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La teología del bienestar: cuerpo, mente y espíritu en armonía

Desde una perspectiva materialista, hay quienes solo se ocupan del cuerpo. Desde una perspectiva que podríamos llamar “del espíritu”, hay quienes solo se ocupan de la oración. Sin embargo, la Escritura nos recuerda que nuestro cuerpo no está desligado de nuestro espíritu, pues dice en 1 Corintios 6:19:

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”

Pablo también enseña:

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.”

Sin duda aquí se refiere a los deseos egoístas que nos controlan y afectan nuestra vida espiritual, emocional y física. Así que debemos considerar no solo el cuerpo ni solo el espíritu, sino cuidar aquello que Dios nos ha confiado en cada dimensión de nuestra existencia. Del mismo modo que alimentamos el alma con la Palabra, también la mente y el cuerpo requieren atención, descanso y cuidado.

En una vida constantemente sometida al estrés, al ruido, a la ansiedad y al agotamiento que colma la dinámica moderna, es necesario recordar que el cuidado del cuerpo y de la mente también es una forma de glorificar y agradecer a Dios. No se trata de un lujo, sino de una responsabilidad espiritual.

Queremos llamar a esto, en una serie de artículos, “La teología del bienestar”. Reconocer que el cuidado integral de nosotros mismos es una forma de honrar el don de la vida y brindar a Dios gratitud por lo que nos ha dado.

Jesús dijo en Juan 10:10:

“Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente.”

La Traducción en Lenguaje Actual vierte el término como “plenamente”, mientras que la Reina-Valera lo traduce como “abundancia”.

  • Abundancia proviene del latín abundantia, que significa “desborde”. No se refiere solamente a cantidad, sino a un estado de suficiencia que sobrepasa lo necesario, aplicado en las Escrituras no solo a lo material, sino a la paz, la justicia y la alegría de una vida con Dios.

  • Plenitud viene de plenitudo, “estar hasta el tope”. Tampoco alude únicamente a lo material, sino a la realización total de vivir con propósito en una relación plena con Dios.

Jesús declara que su propósito es darnos vida y que la vivamos con plenitud. Si no estamos viviendo desbordando en todas las áreas —física, emocional y espiritual— no estamos honrando completamente el sacrificio de Cristo, quien vino a darnos la plenitud de vida aquí y ahora.


Conclusión


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Este llamado de Jesús nos invita a no descuidar ninguna dimensión de nuestro ser. Así como la oración alimenta el espíritu, también pequeños gestos que favorecen la calma, como un espacio de silencio, música tranquila, o incluso el uso de productos naturales que ayudan a relajar la mente y el cuerpo, pueden ser parte de nuestra práctica espiritual. Estos recursos, lejos de ser superficiales, pueden convertirse en aliados que nos preparan para la oración, la meditación y la reflexión, recordándonos que Dios quiere que vivamos plenamente, integrando cuerpo, mente y espíritu en armonía.



 
 
 

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